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miércoles, 2 de septiembre de 2015

En dos semanas, Scioli perdió su paraíso político

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Hace veinte días, cuando sucedieron las inundaciones y su equívoco viaje a Italia, Daniel Scioli decidió suspender su relación con Mauricio Macri. Una amistad de 30 años, que incluye una relación parecida entre sus propias esposas, quedó congelada por los avatares de la campaña electoral. Ya no se hablan por teléfono, como solían hacerlo asiduamente. Esa información podría ser una noticia menor si no comprendiera a los dos principales candidatos a presidente y si, a la vez, no expresara la extrema tensión que se vive en los campamentos electorales de Scioli y de Macri. Los dos creen, en el fondo, que un solo movimiento en falso o que una sola información manipulada podría robarles el sueño de llegar a la máxima conducción política del país.

Scioli dejó de hablar con su viejo amigo cuando tuvo la certeza de que Macri se había metido en cuestiones familiares, que estaban implícitamente vedadas en las campañas de los dos. Pero ¿cuáles son esas cuestiones? El viaje a Italia. Sin embargo, un simple recorrido por los diarios de los últimos días permite comprobar que Macri nunca hizo ninguna referencia al intento fallido de Scioli de descansar en la tierra de sus ancestros. Criticó, sí, la falta de obras de infraestructura en la provincia que hicieron posibles, según el jefe de gobierno porteño, las inundaciones. Una crítica previsible (y posible) dentro de cualquier campaña electoral.
Es cierto, a su vez, que Scioli vivió días de tormento por ese viaje que se limitó a 28 horas de encierro en aviones. Los voceros de Cristina Kirchner hicieron saber en el acto el enfado presidencial. El periodismo lo criticó, cumpliendo con la misión más esencial de la prensa. El pico más alto de su martirio lo vivió cuando se difundió por las redes sociales una foto trucada de Scioli en una supuesta playa. Algunos periodistas la creyeron cierta. Scioli nunca estuvo en ninguna playa. Los tuiteros se hicieron una fiesta con esa foto falsa. Y resulta que los tuiteros tienen más simpatías por Macri que por Scioli.
La inmediata conclusión de Scioli fue que Macri era cómplice de la difusión de una imagen falsa de él y su familia. Una cosa es que la mayoría de los tuiteros esté cercana a Macri y otra cosa es que Macri maneje a esa comunidad cibernética inmanejable. Los tuiteros se mueven, para bien o para mal, por reacciones inmediatas, por reflejos vertiginosos, sin consultar a veces ni con su propia conciencia.

Scioli, en efecto, viene de dos semanas en las que perdió su paraíso político. Con todo, debe aceptarse que el precio que pagó no fue alto. La mayoría de las encuestas, que prevé una segunda vuelta en noviembre, sólo consigna que Scioli no pudo aprovechar el tirón electoral de todo candidato que ganó una elección. Pagó porque no creció mucho, no porque cayó en las mediciones. Esos resultados confirman que el gobernador bonaerense sigue protegido por un manto que lo aísla de las malas noticias. ¿Qué cosa construyó ese manto que lo convierte en un político inmune a las circunstancias y a los errores? No hay respuestas. Es un misterio.

La última mala noticia, que no está incluida en las encuestas más recientes, fue el macondiano escándalo de Tucumán por las elecciones en esa provincia. Scioli acaba de denunciar que las críticas de la oposición a las elecciones tucumanas trataron de desestabilizarlo, pero que no lo lograron. Una novedad. Scioli no era así. Esas denuncias son propias del cristinismo duro, no del kirchnerismo ligth del gobernador. Si hubo un intento de desestabilización en Tucumán, fue obra del gobernador José Alperovich, que no perdió ninguna oportunidad para mostrar impúdicamente las distintas formas de las trampas electorales. Hasta aceptó que sus candidatos (y él mismo) intercambiaron comida por votos. "En algunas ciudades entregamos bolsas de comida y perdimos", se quejó con estilo cantinflesco.

Alperovich aceptó de esa manera algo más que un delito electoral, como lo es la compra de votos. Reconoció la pésima calidad de su gestión. Luego de doce años como gobernador, en su provincia todavía hay muchos ciudadanos obligados a entregar uno de los más esenciales derechos de la democracia, la libertad de elegir a sus gobernantes, por un poco de comida. Alperovich, y su boca sin límites son más enemigos de Scioli que el propio Macri. Scioli puede reconocer esto en la intimidad, pero está encerrado en las condiciones que le tocaron. Y esas condiciones significan una lealtad sin fisuras a todo lo que representa, práctica o simbólicamente, el cristinismo gobernante.

Scioli y Macri están estancados casi en los mismos números de las elecciones primarias del 9 de agosto. Subieron un poco, pero no de manera determinante. Una encuesta hecha para Scioli indica que éste ganaría ahora en primera vuelta por el 00,1 de los votos. La diferencia con Macri sería de 10,1. Eso no le garantiza nada. Otra medición, hecha ésta para Macri, marca una diferencia de 7,5 puntos. Los dos tienen razón cuando advierten que sus posibilidades de ser presidente se reducen a un número insignificante de votos. Scioli quiere desesperadamente ganar en primera vuelta, porque la segunda ronda es muy riesgosa para él. Al revés, Macri sabe que no ganará en primera vuelta, pero cree que tendrá la victoria al alcance de la mano en una eventual segunda ronda. Un punto (o menos) de votos puede ser crucial en tales condiciones.
Esto explica la tensión de la campaña y la amistad convertida ahora en enemistad. Un análisis de los votantes los vuelve a encerrar a los dos en sus celdas electorales. Macri se lleva a todos los sectores medios y altos, empezando por franjas importantes de la clase media baja.

Scioli parte de la clase media baja, pero su núcleo duro y más numeroso está entre los sectores pobres de la sociedad. Macri necesita perforar hacia abajo, mientras que Scioli precisa hacerlo hacia arriba del entramado social. Por eso, Scioli se molestó tanto con las noticias de los últimos días, que lo alejaron de los sectores medios independientes. Si lograra conquistar cuatro o cinco puntos de estos núcleos sociales, tal vez se aseguraría el triunfo en primera vuelta. Macri requiere sacarse de encima la imagen de un hombre insensible nacido en una cuna rica que construyó el kirchnerismo durante más de una década. Sólo despojado de esa imagen podría seducir a sectores más bajos de la sociedad.

Nada mejorará la relación de ellos en las próximas semanas. Los dos han decidido que el otro es el adversario y que entre ellos deben polarizar al electorado. Scioli recibió muchos consejos, pero se quedó con su intuición. Es mejor que Sergio Massa no crezca, y podría crecer si Scioli lo hiciera su enemigo. Massa es un peronista y podría vaciarlo a Scioli de electores en una pelea mano a mano con él. El desplazamiento hacia Macri de votos sciolistas es mucho más difícil. Macri también lo prefiere a Scioli si se trata de polarizar. La confrontación es más fácil de realizar frente al gobernador bonaerense. Ya lo está diciendo: son él, Gabriela Michetti y María Eugenia Vidal frente a Scioli, Carlos Zannini y Aníbal Fernández. ¿Qué posibilidades hay, entonces, de que esos dos viejos amigos se reconcilien?
Ninguna. Tampoco se pasarán la vida enemistados. Sólo es probable la reconciliación de ellos cuando, por fin, uno de los dos sea presidente.

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